Los seres humanos siempre hemos mirado hacia el cielo.
El cielo condiciona nuestra vida: luna/sol; noche/día; nubes, tormentas…Nos fascina y nos aterra, sobre todo de noche, porque se enciende el alumbrado. De noche vemos luces fugitivas en las que algunos ven señales, señales quizá de otros mundos… Pedimos deseos a las estrellas fugaces, aunque sabemos que las estrellas no se mueven así a lo loco: están fijas en su órbita.
En la religión católica es una estrella (un cometa) el que anuncia la llegada de Jesús a la tierra. También en tiempos pasados se asociaban los cometas a plagas y otras calamidades.
Hasta aquí, la mitología.
En los tiempos que corren, no es que haya dejado de fascinarnos, ni que sepamos muchísimo, al menos la mayoría de los mortales que no somos astrofísicos, pero algo más sabemos. Sabemos que una “estrella” de esas que vemos cruzar el cielo no es tal: es un granito ¡de arena! que se incendia antes de extinguirse. También que los cometas se mueven en una órbita, que se presentan con periodicidad y son observables durante días, semanas…
La mayoría de nosotros ya sabemos que no hay magia, no hay magos: hay astrofísicos/as que miran, que estudian el cielo con lentes muy potentes.
En Canarias tenemos dos observatorios de los más avanzados en el mundo. No es casual. En las islas volcánicas y altas, como Tenerife y La Palma, rodeados de mar gozamos de una atmósfera estable que ayuda a obtener imágenes nítidas del espacio exterior.
Volviendo a las estrellas fugaces, las Perseidas concretamente, esos granitos de arena que están suspendidos y rozan la atmósfera terrestre, son partes del cometa Swift-Tuttle Cuando la Tierra cruza esa estela, muchas entran en nuestra atmósfera y se funden. Nuestro planeta cada año entre julio y agosto se cruza con esa estela y se produce el espectáculo. Esos meteoros se pueden observar todo el año, pero es a mediados de agosto (lágrimas de S. Lorenzo) cuando más se ven, sobre todo si no hay luna.
Capítulo 6: La Astrofísica en Canarias